En Roma se celebraban carreras de caballos sin jinetes durante el Carnaval. Os dejo la parte del capítulo "Carreras" (Pág. 110-112) del libro "Los caballos más hermosos" de Dominic Klein (Ed. Grijalbo) que describe muy bien el ambiente de una carrera:
"La única diversión que le gusta al caballo son las carreras. Es viajero por naturaleza." Si el caballo de carreras inglés pone de manifiesto un excepcional orgullo, debe decirse que este mismo orgullo y espíritu de emulación se desarrolla en el caballo corriente cuando interviene en alguna competición en la que está en juego su rapidez. El siguiente relato, que describe acontecimientos pasados, nos lo demuestra claramente:
<<... su placer de correr y su orgullo le hacen comportarse de forma increíble en el "Corso" de Roma.
>>Aquí tienen lugar anualmente, al término del Carnaval, carreras de caballos sin jinetes. Es el acontecimiento más interesante y popular de estos días de fiestas y locura. Se espera anualmente con impaciencia.
>> El Carnaval empieza al día siguiente de la fiesta de la Epifanía, el siete de enero. Durante la semana que precede a las carreras, los caballos son paseados diariamente por el "Corso" para que se acostumbre al mismo y se les ofrece avena en el lugar correspondiente a la llegada.
>> Al escucharse dos cañonazos, el primero de los cuales se escucha hacia las cuatro y el segundo pocos minutos más tarde, los carruajes se retiran inmediatamente. Un grupo de dragones recorre el "Corso" al galope mientras que una doble hilera de infantería mantiene libre la calzada. Pronto se escucha un confuso rumor seguido de un silencio total.
>> Los caballos elegidos para la carrera se colocan alineados detrás de una recia cuerda, tensada mecánicamente, junto al obelisco de la Porta del Polo. Llevan las frentes adornadas con grandes plumas de pavo real y otras aves que se agitan constantemente molestando a los animales. Sus colas y crines relucen como consecuencia del polvo dorado con que van adornadas; a sus costados se observan planchas de cobre y esferas de plomo adornadas con puntas de acero que también adornan sus grupas aguijoneándolos sin cesar: finas hojas de estaño o de papel engomado, adheridas a sus lomos, se agitan y crujen como las excitaciones de un jinete. Adornados con objetos que les hieren o los alarman, es fácil imaginar su impaciencia Retroceden, cabriolan, golpean el suelo con los cascos, relinchan. Para refrenarles los mozos tienen que forcejear con ellos y la energía física que despliegan estos hombres sencillos y que se expresa a través de sus facciones y a veces en sus torsos y brazos desnudos ofrecen al pintor o al escultor modelos que excitarían su entusiasmo si, con excesiva frecuencia, un caballo no derribara a su cuidador, le pisoteara y arremetiera contra la muchedumbre todavía diseminada por el "Corso".
>> Pero el senador de Roma da la última señal; suena la trompeta; cae la cuerda y (si la comparación no es demasiado ambiciosa) los caballos sin jinete se lanzan a correr como una flecha de un arco que volara hacia el blanco. Se quieren superar unos a otros. Nadie les monta, nadie les indica lo que tienen que hacer, nadie les aguijonea; lo ven solos. Las puntas de acero les pinchan los costados, el aplauso del público les persigue como latigazos. Cada uno se excita solo e inflama a los demás. Por lo general, en dos minutos y veintiún segundos recorren ochocientas sesenta y cinco toesas, es decir, treinta y siete pasos por segundo.
>> Cuando un caballo da alcance al que le adelantaba, con frecuencia le muerde, le golpea y le empuja utilizando toda clase de tácticas para rezagarle en la carrera. Su llegada se anuncia por medio de dos cañonazos; para detenerles no hay más que un trozo de tela colgado al final de la calle.
>> El que llega primero se excita solo y es alabado por los demás. Es muy sensible a la gloria, pero no es objeto de odio ni envidia por parte de los vencidos. Lleno de ambición se perjudica a sí mismo y se mataría si no le permitieran hacerlo. Hay algunos a los que debe dejárseles que se adelanten, pero muchos sólo corren si otros les preceden, aunque no desean quedar rezagados. Algunos sólo corren con los compañeros que ya conocen.
>> Antiguamente, las principales familias de Roma, los Borghese, los Colonna, los Barberini, los Santa Croce, etc., enviaban sus caballos a estas carreras; ahora son simples tratantes de caballos que, de todas formas, precisan de la protección de una familia noble para cada caballo. La última carrera de caballos señala el término del Carnaval; los romanos se dispersan gritando: "E morto Carnovale! E morto Carnovale!">>
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