Jinetes árabes por Ulpiano Checa.
Según la leyenda, un día le dijo Alá al Viento del Sur:
--Conviértete en sólida carne porque quiero hacer de ti una nueva criatura, para que me honre y humille a mis enemigos y para que sirva a aquellos que están bajo mi potestad.
Y el Viento del Sur respondió:
--Señor, hágase según tu deseo.
Entonces Alá tomó un puñado de viento y sopló sobre él, creando el caballo y diciendo:
--Te llamarás Árabe y la virtud inundará el pelo de tus crines y tu grupa. Serás mi preferido entre todos los animales porque te he hecho amo y amigo. Te he conferido el poder de volar sin alas, ya sea en el ataque o en la retirada. Sentaré a los hombres en tu grupa y rezarán, me honorificarán y cantarán aleluyas en mi nombre... Ahora ¡ve!, y vive en el desierto durante cuarenta días y cuarenta noches... ¡Sacrifícate!, y aprende a resistir la tentación del agua, broncea el color de tu cuerpo y aligera tus músculos de grasa... porque del viento vienes y viento debes ser en la carrera.
--Conviértete en sólida carne porque quiero hacer de ti una nueva criatura, para que me honre y humille a mis enemigos y para que sirva a aquellos que están bajo mi potestad.
Y el Viento del Sur respondió:
--Señor, hágase según tu deseo.
Entonces Alá tomó un puñado de viento y sopló sobre él, creando el caballo y diciendo:
--Te llamarás Árabe y la virtud inundará el pelo de tus crines y tu grupa. Serás mi preferido entre todos los animales porque te he hecho amo y amigo. Te he conferido el poder de volar sin alas, ya sea en el ataque o en la retirada. Sentaré a los hombres en tu grupa y rezarán, me honorificarán y cantarán aleluyas en mi nombre... Ahora ¡ve!, y vive en el desierto durante cuarenta días y cuarenta noches... ¡Sacrifícate!, y aprende a resistir la tentación del agua, broncea el color de tu cuerpo y aligera tus músculos de grasa... porque del viento vienes y viento debes ser en la carrera.
Y así nació el caballo en una tierra de camellos, según los árabes.
Pero tras la leyenda, o sobre ella, está la Historia. Y la Historia dice que el caballo llegó a la "Arabia" (todo el Oriente Medio de hoy) hace miles y miles de años, procedente de aquellas manadas que un día cruzaron el istmo de Bering huyendo de América... y se expandieron por Asia y Europa. El profesor Samuel N. Kramer escribe en su libro La Historia empieza en Sumer estas palabras:
"Las fábulas sumerias han proyectado una luz insospechada sobre los comienzos de la doma del caballo, ya que ha llegado hasta nosotros un proverbio que constituye de manera inequívoca la referencia más antigua que conocemos sobre la equitación. Este proverbio está grabado en una de las grandes tablillas de Nippur, y en una tablilla escolar."
Es verdad que esos dos documentos, más o menos contemporáneos, se sitúan alrededor del año 1700 antes de Jesucristo. Pero, habida cuenta del tiempo necesario para su difusión y para la inserción de la máxima en una colección instructiva, podemos suponer que su redacción inicial es muy superior a dicha fecha, lo que nos autoriza a creer que el caballo ya se utilizaba como montura en Mesopotamia hacia el año 1000 antes de Jesucristo. El proverbio dice así:
El caballo, después de haber derribado a su jinete, dijo: "Si mi carga tiene que ser siempre como ésa, me voy a debilitar."
Otro proverbio se refiere a la transpiración del caballo:
Sudas como un caballo; es lo que has bebido.
El caballo, después de haber derribado a su jinete, dijo: "Si mi carga tiene que ser siempre como ésa, me voy a debilitar."
Otro proverbio se refiere a la transpiración del caballo:
Sudas como un caballo; es lo que has bebido.
En cualquier caso sabemos que el caballo se adaptó enseguida al clima de Arabia y de que de allí proceden los "pura sangre" que ennoblecen la raza. O sea, un caballo de color tordo, castaño, alazán y ocasionalmente negro, que alcanza hasta los 160 centímetros de altura en la cruz y notablemente fogoso, indómito y alegre, de gran inteligencia, lealtad y paciencia. Carolina Silver describe así su físico:
"Cabeza exquisita, corta y fina, de cara cóncava, grandes ollares y elegante hocico, ojos grandes y oscuros, orejas pequeñas y puntiagudas, cuello arqueado y hombros consistentes. El cuerpo es compacto y musculoso y los cuartos traseros fuertes. Las patas son, a la vez, delicadas y resistentes. El efecto general es de gracia y simetría, orgullo y plenitud de vida. Los movimientos son directos, sueltos y airosos."
Así debió de ser Lazlos, el caballo del desierto. El primer caballo real que tuvo Mahoma, el caballo que precedió a la "espada"... aquel caballo que le regaló el gobernador del Egipto en los primeros años de la Égira.
"Otra misión de Mahoma --escribe W. Irving en su biografía del profeta-- llegó hasta el muqaiqis, o gobernador de Egipto, enviado originariamente por Heraclio para recoger tributos, pero que, aprovechando la confusión producida por las guerras entre romanos y persas, había actuado con poder soberano y casi se había olvidado de todo vínculo de sumisión al emperador. Recibió al enviado con grandes honores, pero no quiso responder directamente a la invitación de abrazar la fe (mahometana, por supuesto), comentando que era un asunto muy serio y que tendría que pensarlo detenidamente. Mientras tanto, envió a Mahoma espléndidos regalos: joyas preciosas, vestidos de lino egipcios, miel y mantequilla exquisitas, un asno llamado Yafur, una mula blanca llamada Dalda y un caballo llamado Lazlos. Pero los regalos más apreciados fueron dos muchachas coptas --añade Irving--, hermanas, llamadas Mariya y Shiren..." (Con esta Mariya --añado yo-- tuvo Mahoma su único hijo, a pesar de sus nueve mujeres legales.)
Con este caballo --Lazlos-- hizo Mahoma su primera peregrinación real a La Meca, aunque sin abandonar todavía su camello favorito (Al Qaswá). Es más, se dice que fue este espléndido animal el que inspiró a Mahoma su gran amor y su pasión por los caballos, y especialmente por las yeguas... y el que le movió a escribir y proclamar que "el diablo nunca osará entrar en una tienda habitada por un caballo árabe". Más tarde, y preocupado por la supervivencia "pura" de la raza equina, escribiría en el mismísimo Corán esta máxima: "Cuantos más granos de cebada proporciones a tu caballo, más pecados te serán perdonados...", lo cual justifica con creces la relación hombre-caballo, que duró por espacio de trece siglos, y la grandeza del caballo "árabe", el más bello y hermoso de los caballos del mundo. (Claro que no hay que olvidar que el pasto era escaso en el desierto y que los caballos tenían que alimentarse a base de leche de camella, dátiles secos, langostas y carne seca de camello.)
Pero de la "crianza", la "doma" y los tres "tipos" de caballos árabes... así como de las cinco yeguas de Mahoma y del caballo de Las mil y una noches hablaremos en capítulos sucesivos.
Fuente: "Caballos, historia, mito y leyenda" de Julio Merino. Ed. Compañía Literaria, S.L., 1996. Págs. 71-73.
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