-"Por Suetonio sabemos que "César era un hombre muy versado en las armas y un consumado jinete, resistente a la fatiga más allá de lo verosímil. En la marcha del ejército iba delante, algunas veces a caballo, más a menudo a pie con la cabeza descubierta, ya hubiese sol o lluvia; cubría muy largas etapas con una increíble rapidez, sin bagaje, en un vehículo de alquiler, recorriendo cada día unos cien mil pasos; si le detenían unos ríos los cruzaba a nado o sostenido por odres hinchados, de manera que a menudo llegaba antes que sus mensajeros".
Pero, sobre todo, que "hacía uso de un caballo extraordianrio, casi con pies de hombre y con pezuñas hinchadas a manera de dedos, el cual nacido en su casa, habiendo los arúspides predicho que su dueño tendría el imperio del mundo, lo alimentó con gran cuidado y fue el primero en montarlo, al no consentir ningún otro jinete; más tarde hizo levantar incluso una estatua de éste delante del templo de Venus Genetrix".
Por su parte, Plutarco escribe que "el correr a caballo le era (a César) desde niño muy fácil, porque se había acostumbrado a hacer correr a escape un caballo con las manos cruzadas a la espalda" y que se ejercitaba dictando cartas a dos escribientes a un tiempo "mientras caminaba a caballo".
Jerome Carcopino, uno de sus mejores biógrafos, al describir la campaña de Galicia -tras desembarcar en Brigantium (La Coruña) con un ejército de 15.000 hombres- dice que "los soldados testimoniaban un verdadero culto a aquel general que, sin pérdidas demasiado costosas, les procuraba victorias importantes y que... cuidaban, con recogida y piadosa admiración el caballo de su general, indomable para todo otro que no fuese su jinete: caballo de cascos alargados, como pies humanos, sobrenatural Bucéfalo del segundo Alejandro".
Y Dion Casio cuenta que César tenía la costumbre de retirar los caballos del campo de batalla cuando ésta entraba en una fase peligrosa, empezando por el suyo, para que sus soldados no pensasen bajo ningún concepto en la retirada. En un momento de su gran Historia cuenta que, en la batalla de Munda, César vio las cosas tan mal que se tiró de su caballo y luchó como un legionario más... (Por cierto, que fue en Munda donde César ganó definitivamente su "reino" y donde pronunció la famosa frase que define su vida militar: "In Farsalia pugnavi pro victoria; in Munda, pro vita mea" ("En Farsalia luché por la victoria; en Munda, por mi vida").
Pero la verdad es que ninguno de los historiadores romanos ni los modernos especialistas en Roma (Momsem, Piganiol, Daimon, Carcopino, Walter, etcétera)... ni el propio César en sus obras propias (Guerra de las Galias, Guerra civil, Sobre la analogía, El viaje) o ajenas (La guerra de África y La Guerra de España) se refieren a un caballo concreto, por lo que es de suponer que César -como Alejandro Magno, como Aníbal y como más tarde Napoleón- usase más de uno en su incesante batallar por todo el mundo conocido de entonces, pues no hay que olvidar que César luchó en el Asia Menor, en África, en Francia, en Suiza, en Alemania, en Inglaterra, en Grecia, en España y, naturalmente, en Italia.
Sin embargo, parece ser que ese caballo del que nos hablan Suetonio y Plutarco se llamaba Genitor -o sea, "creador", "padre" o "productor"- y que César lo llamó así en recuerdo de su padre muerto, cuando tan sólo tenía él catorce o quince años. Lo cual no es disparatado si se piensa que al templo que mandó construir para Venus le puso de sobrenombre Genetrix, en recuerdo de su madre. Aunque, a decir verdad, en lo referente hay que poner en cuarentena hasta el de César, pues se cuenta que a Cayo Julio le añadieron lo de César porque así llamaban los cartagineses a sus elefantes.
El hecho es que con ese caballo de "pies de hombre" fue con el que pasó el Rubicón cuando la noche del 12 de enero del año 704 del viejo calendario o la del 17 de diciembre del año 50 a. C. del calendario "juliano" se decidió por la guerra civil y la conquista del poder. También es histórico que antes de pronunciar su "Alea jacta est" ("la suerte está echada") César dejó libres varias decenas de caballos, que le precedieron en su paso del río.
Todavía no había conocido a Cleopatra. Eso sucedió después de Farsalia y cuando llegó a Egipto en persecución de Pompeyo el Grande. Entonces parece ser que la famosa reina le regaló una hermosa yegua, de origen sudanés o arábigo, que a su vuelta a Roma causó verdadero impacto. Con esta yegua fue con la que hizo el rapidísimo viaje que le trajo a España el año 45 a. C. (diecisiete días desde Roma a Porcuna) y la que montaba el día de la batalla de Munda, cuando tuvo que luchar por su vida. Naturalmente, tampoco se sabe a ciencia cierta qué nombre le puso a esta yegua, pero inscripciones halladas en la provincia de Córdoba hacen suponer que fue el de Spalis, aunque para Menéndez Pidal Spalis sólo fuese el nombre de una ciudad desaparecida que debió de estar muy cerca de los Campus Mundensis (hoy Llanos de Vanda) y junto al río Carchena, que tanto se cita en la Guerra de España.
En cualquier caso, lo que sí está claro es que César fue un gran jinete, que tuvo buenos caballos y que a lomos de un equino realizó la gran obra de su vida. Porque también está claro que Roma alcanzó el cénit de su gloria y su poder con Julio César, el político más grande de su tiempo y el único general de la Historia -con Alejandro Magno- que nunca conoció la derrota, a pesar de haber luchado en más de mil batallas... y a pesar de que la caballería romana fue la parte más débil de aquellos ejércitos que asombraron al mundo.
Aquel César a quien William Shakespeare hace decir en su conocida tragedia:
"¡Los cobardes mueren varias veces antes de expirar! ¡El valiente nunca saborea la muerte sino una vez! ¡De todas las maravillas que he oído, la que mayor asombro me causa es que los hombres tengan miedo! ¡Visto que la muerte es un fin necesario, cuando haya de venir, vendrá!"
Fuente: "Caballos historia, mito y leyenda" de Julio Merino, 1996. (Págs. 48-50).
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